Por qué dejé de ser perfeccionista

“Lo perfecto es enemigo de lo bueno” Voltaire

Dicen que el perfeccionismo nos ayuda a conseguir más, hacer más y ser mejores. Se elogia cómo debemos ser para llegar más lejos y tener éxito.

¿Pero a qué precio?

A finales de los 20 y principios de los 30 tenía una obsesión por ser perfecta y tener éxito. Hice lo que hizo falta. Deseaba tanto ser perfecta en el trabajo y en mi carrera. También quería ser la madre perfecta, la esposa perfecta, la amiga perfecta, la hermana perfecta, la hija perfecta. El Yo perfecto

Pero en lugar de esforzarme por tenerlo todo junto, ser perfeccionista estaba trabajando en mi contra. En muchos casos, la búsqueda de la perfección está relacionada con una baja autoestima, al menos en mi caso.

Siendo perfeccionista, llevas una pesada carga. Vives en tensión y con ansiedad constante por si “las cosas van mal o cometes un error”. No eres capaz de disfrutar de tus éxitos. Y a menudo, por mucho que lo intentes, sigues sintiéndote derrotado y frustrado.

Hágase estas preguntas:

¿Necesita ser el primero y el mejor?

¿Siente constantemente que necesita mejorar lo que hace?

¿Haciendo?

¿Le asusta cometer errores o se mortifica cuando los comete?

¿Está constantemente estresado?

¿Te preocupas demasiado por las opiniones de los demás y

¿buscar una validación externa?

Si ha respondido afirmativamente a la mayoría de estas preguntas, lo más probable es que sea un perfeccionista.

Tenemos esta necesidad de demostrarnos a los demás constantemente. Nuestra necesidad de validación por parte de los demás agota nuestras energías y nos impide ser auténticos y bellos.

Parte del desarrollo de una buena relación con nosotros mismos consiste en aprender a asumir riesgos y hacer cosas que no siempre saldrán bien. Al hacerlo, reconocemos y aceptamos nuestros errores y seguimos queriéndonos por lo que somos.

Romper las cadenas del perfeccionismo tiene muchas ventajas. Lo son:

  1. Mejor salud
  2. Más confianza y autoestima
  3. Mejora de las relaciones personales
  4. Optimización de su tiempo

2012 fue la época más difícil de mi vida, en la que me enfrenté a un gran colapso profesional y personal. De repente perdí todo lo que tenía y todo lo que había conocido. Perdí incluso mi supuesto “prestigio”, lo que me afectó mucho.

Lo que aprendí de esa experiencia es que buscar la perfección es uno de los actos más saboteadores que podemos hacernos a nosotros mismos. Vivimos en una sociedad que espera que seamos perfectos. Se mire donde se mire, existe este alto estándar de tener cuerpos perfectos, sonrisas perfectas, relaciones perfectas, situación económica perfecta, hijos perfectos, incluso de ser padres perfectos.

Bueno, la buena noticia es que es posible liberarnos y todo lo que hace falta es un alto nivel de compromiso, aceptación y amor propio.

Una pregunta frecuente que me hacen después de mis conferencias es cómo consigue equilibrar su vida personal y profesional, cómo hace para que todo encaje. ¿Cómo se hace?

Mi respuesta es simplemente la siguiente: “No pretendo ser perfecto, sino hacerlo lo mejor posible”.

Cuando sabes que lo estás haciendo lo mejor que puedes, en lugar de esforzarte por ser perfecto, te conviertes en tu propia medida del éxito, y no en la de una métrica externa. ¡Qué alivio!

Si intentara ser perfecta llevándolos todos, me volvería loca. Por eso intento hacerlo lo mejor posible, divertirme en el proceso y aprender a decir NO.

El día que decidí convertirme en empresaria a tiempo completo fue el mismo día que renuncié al perfeccionismo. En lugar de esperar a tenerlo todo junto, simplemente empecé y me centré en la mejora gradual. En vez de intentar ser la madre, esposa, amiga, hija perfecta. Decidí estar presente, plenamente atento y presente en cualquiera de mis papeles.

Si estás listo para abandonar la perfección en tu vida, aquí tienes algunas claves:

1) Acepta que eres humano y que parte de ser humano es cometer errores. Acepta esa realidad.

2) Cuida tu diálogo interno, habla positivamente contigo mismo, evita afirmaciones hirientes como “soy tan estúpido” y “no sirvo para..”.

3) Pasa directamente a la acción. Deja de posponer las cosas y hazlo. No te escudes en que lo tienes todo para no hacerlo.

4) Pide ayuda. Permita que la gente le eche una mano, delegue en el trabajo y no juzgue la forma en que la gente hace las cosas: ¡deje que lo hagan a su manera!

5) Perdónate por tus imperfecciones, cambia lo que puedas y deja ir el resto. Recuerda ser amable contigo mismo.

6) Empieza algo nuevo, ¡esto te hará humilde! Durante años no me sentí cómoda en clases en grupo y sólo contrataba profesores particulares, así que no me siento expuesta, evité hacer yoga por esa razón y el año pasado completé una formación de profesores, ¡estaba lejos de ser perfecta pero disfruté de la experiencia!

Hay vida después de ser perfeccionista; hazme caso.

Recuerda que tu propia imperfección es lo que te hace perfecto. Céntrate en ser mejor en lugar de perfecto. Acéptate tal y como eres. Lo más importante es saber quién eres, ser capaz de mirarte al espejo y estar contento con lo que ves.

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