Cómo venderse en el trabajo, en la vida, al mundo
“No sé cómo venderme” es una afirmación habitual que oigo todo el tiempo. La gente me pregunta: “Llevo mucho tiempo en el negocio, tengo mucha experiencia y sé que soy bueno en lo que hago. ¿Cómo me doy a conocer?”.
He mantenido esta conversación con profesionales, empresarios, directores generales, artistas, licenciados universitarios y alumnos. Saber venderse es un reto para muchas personas en todos los ámbitos de la vida.
He observado que la dimensión de esta cuestión varía según la cultura. Algunas culturas son más receptivas que otras al concepto de venderse. Por ejemplo, en Estados Unidos no se percibe como un signo de arrogancia venderse abiertamente y mostrar a los demás sus dones y habilidades. De hecho, esto es lo que se supone que debes hacer. En España y en la cultura latinoamericana, si te vendes en voz alta, corres el riesgo de que te consideren demasiado engreído.
Hace unos años, vi un vídeo motivacional de Oprah Winfrey en el que decía: “Considero un cumplido estar llena de mí misma”. Lo que quería decir es que cuando estás lleno estás desbordado, y tienes tanto que ofrecer, tanto que dar. Cuando está llena de sí misma, tampoco tiene miedo de “honrarse”, es decir, de asumir su propio poder. ¿No es eso lo que hace falta para poder vendernos?
Al crecer, no podía evitar llamar la atención. Como nací en España en el seno de una familia de inmigrantes africanos, era el único alumno negro del colegio y destacaba entre la multitud. En cambio, deseaba encajar y ser como los demás. No tenía ningún interés en destacar. Esto le llevó a querer ser visto y oído lo menos posible.
Después de la universidad, no me fue fácil encontrar trabajo. Como estaba tan acostumbrada a restarme importancia, durante las entrevistas los jefes de contratación veían en mí a una persona que pedía un favor. Me faltaba confianza y no me sentía con derecho a trabajar para cierto tipo de empresas. Finalmente empecé a creer en mí misma gracias a una combinación del empoderamiento que recibí de mis padres y de los libros de autodesarrollo que había empezado a leer en aquella época.
Me licencié en Derecho y Economía en 1997. En 1998 empecé a estudiar un MBA y a hacer otros cursos alternativos mientras intentaba encontrar trabajo. Fue uno de los momentos más oscuros y confusos de mi vida. Me sentí engañada y desesperada. Me habían vendido la idea de que si estudiaba mucho tendría un gran trabajo. Desde junio de 1997 hasta diciembre de 1998, estuve buscando activamente y participando en formación no remunerada, y me pregunté: “¿Qué me pasa?”.
Se me ocurrió una idea brillante. Les dije a mis padres que iba a volver a estudiar otra carrera, quizá incluso un doctorado, y les dije que no creía estar preparada para incorporarme al mundo laboral. Mi padre me dijo: “Si te lo pagas tú, está bien, pero no con mi apoyo financiero. Es hora de que administres tu propia vida”.
“¡Oh, no! ¿Qué hago ahora?” me preguntaba. Sabía que, a los 24 años, mis días de vivir en casa de mis padres llegaban a su fin. Fue entonces cuando supe que tenía que empezar a venderme a lo grande.
Empecé a aplicar principios para aumentar mi autoestima y ayudarme a creer en mí misma y, finalmente, conseguí el trabajo de mis sueños en la ciudad de mis sueños, “Nueva York”. Cuando trabajas por cuenta ajena, tienes que venderte continuamente a tus jefes y compañeros, y eso te llevará a puestos de liderazgo. Me di cuenta de que vendernos a nosotros mismos es lo que todos hacemos TODO EL TIEMPO, 24 horas al día, 7 días a la semana. Desde el momento en que te levantas por la mañana y te vistes para ir a trabajar, ya estás vendiéndote a TI.
Como empresario, es aún más esencial que comprendas que venderte a ti mismo forma parte de lo que eres. Personalmente, al principio me costó mucho comercializar mis servicios y a mí misma y creer en mi propio valor. No dejaba de cuestionarme y de dudar de mí misma. Me llevó tiempo, experiencia y valor cambiar mi sistema de creencias en la dirección de mis sueños.
Para venderte, tienes que averiguar dónde está tu base de poder, y primero tienes que trabajar en ti mismo. Esto significa que debes realizar un profundo autoexamen para identificar tus habilidades y talentos y ver cómo pueden ayudarte a marcar la diferencia. Si estás inmerso en este proceso de mejorar tus capacidades para venderte mejor, aquí tienes algunas claves:
- Controle su lenguaje no verbal. Lo que dices debe estar en consonancia con lo que dice tu cuerpo y con tu actitud.
- Destaque sus puntos fuertes sin ocultar los débiles. Recuerda: nadie es perfecto, y tus debilidades -si las conoces bien y las aceptas- pueden jugar a tu favor.
- Claridad mental. Para comunicar bien, hay que tener claro qué se quiere comunicar y cómo.
- Identifique a su público para saber a quién vende.
- Sé auténtico, sé tú. No finjas ser otra persona.
- Cree en ti mismo; tú eres el producto. Si tú no te compras, ¿qué te hace pensar que los demás sí lo harán?
- Sea siempre positivo y optimista. ¡Una actitud positiva siempre vende!
El hecho de que no tengas un negocio propio ni estés buscando trabajo no significa que la idea de promocionarte no se aplique a ti. Creo que todo el mundo necesita dominar esta habilidad. Cada palabra que dices, cada cosa que comunicas y haces, es un mensaje para el mundo. Al fin y al cabo, usted es la persona que mejor sabe cómo promocionarse. Del mismo modo que toda empresa intenta expandir y proteger su marca, le sugiero que usted también proteja y expanda la suya. Si lo haces, podrás llegar mucho más lejos de lo que nunca imaginaste.